Y yo quiero que aprendan ciencias…

(Dedicado a Senovilla, que es nuestra voz de la conciencia, una persona con una gran conciencia social).

Pues eso mismo, lo que dice el título. Yo quiero que aprendan ciencias, y a veces en casa aprenden cosas peores. Al menos la ciencia y la tecnología va poniendo medios poco a poco para evitar estas situaciones.

Es un vídeo de Proyecta Films, divulgado por el blog Sala de Proyección. Me llega vía Aula Abierta de Nuevas Tecnologías. Para algunos puede ser duro, espero no herir sensibilidades.

Conductores colgados y tiempo de reacción

Este tío debía estar en la cárcel. No estaréis acostumbrados a verme comenzar así una de mis mini-anotaciones, pero es que se lo merece: el tipo iba a 219km/h. Drogado. Y con su hijo. Manda narices.

La física en secundaria es muy importante para formar al individuo en todos los sentidos. Con un sencillo cálculo se ve que el señor de la noticia recorría 60 m cada segundo, es decir, que un obstáculo situado a unos cien metros es una torta segura. Una locura. Una alfabetización científica de calidad hace que el conductor medio entienda bien los conceptos de tiempo de reacción y tiempo de frenada. A veces, la información que viene en el código de circulación es una mera anécdota,:si conseguimos que las magnitudes físicas involucradas (velocidad, distancia y tiempo) sean habituales será un paso más para una correcta insercción de los jóvenes en la sociedad. Pero claro, locos siempre habrá, no soy un utópico con alas.

Si quieres calcular tu tiempo de reacción puedes usar una de las siguientes herramientas:

Medida casera del tiempo de reacción (un trabajo que dirigí a unas alumnas hace unos años, consistía en medir el tiempo de reacción con una regla)

– Usar este applet que parece un juego.

Construir una molécula de ADN con botellas y latas

Lo intenté en año pasado con una clase pero fue imposible. Los alumnos no trajeron el material en las dos ocasiones que era necesario. Y el material es bien sencillo: botellas PET, latas de refrescos, tapones, cañas, y bolsas de plástico. Más herramientas y elementos de anclaje.

 

 

Lo tenéis todo explicado en Science in Shchool, una revista bastante entretenida. Un artículo de Dionisios Karounias, Evanthia Papanikolaou y Athanasios Psarreas.
No me digáis que no mola el nucleótido.
Fuente: Science in School.

 

Si alguien lo construye le pediría el favor de que me mandase una foto, y la pongo por aquí.

Aplicaciones didácticas de los Museos de Ciencia

Hace unos días estuve en Córdoba compartiendo algunas líneas de acercamiento a las posibilidades didácticas de los museos de ciencia. Me tocó la parte fea, la teoría. Así que opté por no profundizar demasiado e intentar interaccionar con los asistentes (muy dinámicos, por cierto). Hice algún breve experimento para no dormir a mi público.

Si algunos de los matriculados en el curso quiere, puede opinar aquí al respecto. Opiniones sin identificar serán eliminadas, así que ruego que se pongan, al menos, las iniciales. Si hago esto es para evitar el spam y los que van buscando guerra y propaganda. Gracias.

En el blog Asesorías del ámbito científico han escrito una anotación al respecto.

Gritos en museos de ciencia

Se nota que este hombre no es profesor, los alumnos necesitan compartir sus sentimientos. Soy tan pesado -lo reconozco- con mis alumnos con el tema de los museos de ciencia que, cuando vamos a al Parque de las Ciencias de Granada, no paran de gritarme «¡mira!», «¿estoy es por la ley tal!», «¡Eugenio!». No puedo quejarme, me lo busco. Y me gusta, aunque acabe con la cabeza como un bombo. Mi amigo Diego hace poco me decía, «hay que provocar». Ése es el secreto, provocar la reacción del alumno. En realidad, un museo de ciencias es como una guardería, con una salvedad, sin el «como».

Visto en 20 minutos.

¿Qué haces para provocar pasión por la ciencia?

Lo que ocurre cuando ordenas los viejos apuntes de la carrera

Leyendo la entrada ¡CUÁNTO DAÑO HACE INTERNE! en A bordo del Otto Neurath me ha venido a la cabeza el último viaje que hice a La Línea.

Hace poco más de un mes tuve que ir al piso de la playa de mis padres. Una de las razones (además de visitarlos, no me tachen de insensible) recaía en recuperar mis apuntes de la carrera de fisica. Unos quince AZ (los archivadores esos gordos) y alguna que otra asignatura encuadernada por mi padre a la antigua usansa (cosido y con cola).

Cuando llegué a Rota y les busqué ubicación me dio por ojearlos un poco. No hace ni cinco años que terminé la carrera y, cuando veo algunos de mis propios folios, hay cosas que me suenan a chino. Rastreé allá por los apuntes de electrodinámica clásica y me espanté al ver el cálculo con diadas y el tensor campo electromagnético; viajé por los apuntes de cuántica y me consideré incapaz de encontrar ningún estado excitado de un pobre electrón perdido por los inhóspitos alrededores de un simple átomo de hidrógeno; me dio por mirar geometría diferencial y con tanta ecuanción de Frenet y tensores covariantes casi me vuelvo tarumba; quise recordar cómo se resolvía cualquier ecuación de onda (la del tambor, por qué no) y me patearon el hígado las malditas condiciones de contorno. Y me dispuse a buscar el montaje de un telescopio: me invadió una tremenda pereza el analizar el trazado de rayos con tanta lucarna y diafragma.

Y qué os voy a contar del modelo de capas, de los pares de Cooper, del funcionamiento de transistores y semiconductores, del colectivo canónico, condensados de Bose-Fermi, fonones, plasmones, diagramas de Feyman, de las redes de Bravais, de las ecuaciones de Hamilton-Jacobi, etc. Cosas con las que uno se pelea con saña, y que dejan una profunda huella de alegría cuando se han aprendido. Y lees algún problema resuelto y te acuerdas que estuviste más de una semana para resolverlo (sí hijos, así era al menos mi carrera) y, cuando lo conseguiste, tu corazón palpitaba de alegría (un sábado, a las cuatro de la mañana, cuando tus amigos estaban bebiendo ron en la alameda); y coges un folio guarreado de un profesor carismático: una explicación al margen de la energía de fermi de su puño y letra; fotocopias de transparencias de las que ya no se usan.

Muchas ganas entonces, sin saber nisiquiera resolver una ecuación parcial de segundo orden. Es un nuevo principio de indeterminación: cuando tienes ganas no tienes conocimientos y cuando tienes conocimientos no tienes ganas. Ay, qué desastre.

Recién terminada la carrera me venían ingenieros, economistas y estudiantes de carreras afines a que les diese clase. ¿De qué?, de cualquier cosa, me leía los apuntes y sanseacabó. ¡Ay!, cómo se acomoda uno.

Qué bonita es mi carrera. Qué bien se te quedan los conceptos y la metodología (por mucho que se quiera negar el método científico existe, como un conjunto dinámico de normas consensuadas). Y de qué poquito formuleo te acuerdas cuando te dedicas a dar clases y a estudiar filosofía de la ciencia. Cada vez leo más divulgación y menos artículo especializado. Te acomodas.

Lo tengo claro, volvería a estudiar física si naciera de nuevo. Y se lo recomiendo a cualquiera que quiera estudiar una carrera de hincar poco codo y pensar mucho.

El proscrito mercurio

En mi infancia me gustaba jugar con el mercurio, como a todo hijo de buen vecino. Una vez se rompió un termómetro en casa y mi padre, químico, me explicó que era un metal que a temperatura ambiente es líquido, y bla bla bla. Al final lo que quería era formar pelotitas y juntarlas una y otra vez. Aprendí mucho sobre qué es la densidad con esta sustancia maravillosa.
En aquella inocente época desconocía que el mercurio es nocivo, muy nocivo.

Fui a la facultad y usé el mercurio para otros menesteres: las lámparas de mercurio enrarecido me permitían calcular los niveles electrónicos. Allí ya me decían que tuviese mucho cuidado con las lamparitas, que si se rompía y nos tragábamos el gasecito podríamos tener serios problemas. ¿Más problemas que estudiar cuántica y no morir en el intento? Eso te deja señalado de por vida.

Y luego vino la época laboral. Me enfrenté a una clase y a un laboratorio con un montón de mocosos correteando entre los bancos. Hoy, los termómetros de mercurio son utensilios prohibidos, en teoría, sólo puedes tenerlos como objetos de museo, y tengo mis dudas.

Sin embargo, en los libros de texto se insiste en seguir hablando del mercurio como un objeto cotidiano, con el que compartes risas y noches de insomnio. Cuando uno habla de la experiencia de Torricelli ya no puede usar una columna de 760 mm de mercurio para presentar la presión atmosférica. Bueno, yo no lo hago porque en mi laboratorio no tenemos mercurio. Agua sí, pero me falta una probeta de 10 metros de altura.

Pues todoe esto, seamos sinceros, para poner una foto. Pero no lo puedo evitar, me puse melancólico cuando la vi.

Fuente: ZYRA