
Nota: estoy tan acostumbrado a que saquen punto a mis frases que tengo que aclarar que mi pequeño texto es IRÓNICO.
Nota: estoy tan acostumbrado a que saquen punto a mis frases que tengo que aclarar que mi pequeño texto es IRÓNICO.
Este blog es de ciencia, y en ciencia la opinión se la puede uno dejar en casa. Los hechos son los hechos, si algo existe puede ser medido y reproducido controlando las variables pertinentes. Algunos comentarios a la entrada de senovilla van en la línea de «yo opino que la telepatía existe». El problema es que no es una cuestión de opinión, a todo aquél que «opine» le digo lo mismo que dije allí, que lo demuestre. Cuando dos personas dicen lo mismo en una cena, exactamente lo mismo, es una coincidencia, y no con baja probabilidad, si la sopa está de miedo es muy normal que los dos digan «qué rica». Normalmente lo que decimos está mediatizado por el contexto. Así, si cae un trozo de mierda en tu plato de sopa, es posible que más de una persona diga a la par: «qué asco».
Un saludo cordial para senovilla.
(Espero no haber ofendido a ningún comentarista, debo ser lo más riguroso posible).
Actualización 09/10/08
Opinar es de sabios, se senovilla
Este vídeo es una parodia, se presenta el libro como algo moderno que no se sabe utilizar, como si fueran los ordenadores de hoy para un anciano. La pregunta es si representa también el futuro, si el día de mañana nuestros descendientes no sabrán cómo se abre un libro.
Mazinger Z era lo más que uno podía ver sobre objetos tecnológicos. Ahora te encuentras robopeces e insectos bomberos por cualquier esquina mediática.
Me pongo melancólico, antes era todo mucho más sencillo. Se te estropeaba el radiocaset y podías arreglarlo, porque su funncionamiento era mecánico. Hoy, se te fastidia el mp3 y a comprar otro. Si querías regrabar en un vhs sólo tenías que poner el trocito de celo en el huequito aquél…
Antes era todo mucho más sencillo, se iba la luz y encendías una vela. Tu madre te obligaba a seguir delante del libro estudiando historia o analizando interminables frases compuestas. Hoy si nos quedamos un día sin electricidad la hecatombe está servida, no te puedes duchar, no puedes cocinar, ¡te quedas sin internet!
Y donde dije digo digo diego. Es verdad que antes era todo mucho más sencillo, pero no en todos los ámbitos de la vida, sólo en la solución «chapuza» de problemas tecnológicos. Uno era capaz de conocer el funcionamiento de los aparatos porque eran más intuitivos y estaban a la vista. El cambio merece la pena, el progreso tecnológico hace más complejos los dispositivos, y más útiles también. Por mucho que gruñan naturalistas y ecologistas extremos, yo hoy vivo mejor con un móvil en la mano (cuando lo necesito) o con cruzcampo en tanque de salmuera, a pesar de que el precio sea no saber manipular todo lo que está a nuestro alrededor (total, a la mayoría de la gente eso no le importa).
Antes era todo más sencillo, pero hoy la cerveza está más fresquita.
Ya he comentado por aquí -creo que en más de una ocasión- la diferencia entre riesgo y peligro. Un riesgo no tiene por que ser motivo de peligro. Por ejemplo, cruzar una avenida muy transitada por vehículos siempre supone un riesgo, incluso cuando se hace con el semáforo en verde para los peatones. Sin embargo, cruzar en rojo es un verdadero peligro.
Vivir es un riesgo continuo: pones la cafetera, calientas la leche, te metes en la ducha, coges el coche, te subes en un ascensor, etc. el ser humano invierte en un riesgo cuando es rentable hacerlo. Esta rentabilidad se basa en dos factores: la virtuosidad en el manejo del riesgo y las consecuencias (pérdidas) en caso de error.
El primero de los factores es el que condiciona, en primera medida, la asunción del riesgo, como inversión a corto plazo. Si un sujeto tiene pleno dominio de la herramienta que maneja se verá capacitado para asumir dicho riesgo. Por contra, si el sujeto no se siente capacitado correctamente, tendrá que estudiar las consecuencias en caso de falla.
Así entra el segundo factor en juego: las consecuencias. ¿En qué momento una madre deja a un hijo calentarse la leche? Aunque puede pensarse que lo hace cuando el hijo está preparado para no dejar caer la taza, también entra en juego este segundo factor: un niño de 10 años sufrirá unas consecuencias menos dañinas con una taza de leche caliente que un crío de 2 años. Cualquier adulto, por desgracia, sabe que las consecuencias de una «mentirijilla» no son demasiado importante, sin embargo, los niños siente a menudo miedo por las mentiras que han contado: aún no han sondeado el mundo lo suficiente como para valorar estas consecuencias.
Pero si estas consecuencias son realmente desastrosas se puede hacer un estudio en busca de mejores alternativas: si no quedan muchas más te encuentras ante la disyuntiva, «o lo tomas o lo dejas».
Aunque en el texto no se ha dicho explícitamente, he seguido un símil económico: el riesgo es una inversión que puede repercutir en una ganancia interesante (buen manejo del riesgo), en una ganancia algo menor con una pequeña pérdida (error en el manejo con consecuencias mínimas) o en grandes pérdidas (error en el manejo con consecuencias nefastas). El riesgo se tomará si las ganancias que se esperan son muy superiores a las aportadas por otras alternativas del mercado, a pesar de que las consecuencias en caso de error sean peores.
La política científica funciona, precisamente, de esta manera. La electricidad, radioterapia, manipulación de residuos, seguridad nuclear, etc. Cualquier actividad supone un riesgo, la política científica intenta dominar las dos variables citadas: el correcto conocimiento y uso científico del riesgo que se está admitiendo o rechazando, y las consecuencias que éste puede tener.
El grave problema de que el debate «esté en la calle» es que el ciudadano (y el político, que todavía es peor) se salta la primera variable, y va directamente a las consecuencias. El sujeto «opinante» que ignora el mecanismo científico que está detrás de un procedimiento, se saltará el primer factor: a él no le importará si hay hombres capaces de «dominar» el procedimiento (porque él no lo entiende y sólo ve la consecuencia). Es entonces cuando confunde el riesgo con un peligro.
Y esto es lo que se suele hacer en los debates sobre la energía nuclear. El riesgo es grande, tengo que admitirlo. Las consecuencias ante un error son tremendas, admitido también (em algunos casos). Pero ahora viene el balance en las cuentas: ¿es rentable el riesgo? Pues para opinar, se deben conocer muchos detalles técnicos y científicos, algo de la evolución histórica de la energía nuclear y, sobre todo, todas sus aplicaciones.
¿Es el hombre capaz de manejar la energía que une un núcleo con un error mínimo? ¿Es el ser humano capaz de usar en su provecho y con fines pacíficos las radiaciones ionizantes?
Sí, y ya lo hace:
Hay mucha confusión cuando se habla de «física nuclear», se piensa en un desalmado científico haciendo bombas. La energía nuclear no son sólo bombas y explosiones de centrales nucleares que generan electricidad. Esa es la parte oscura, a las bombas me opongo por completo (lógicamente), ¿y a la generación de electricidad?. Hoy conocemos los procedimientos (fusión controlada) y los efectos, podemos valorar. Pero dejemos a los expertos que valoren, no a periodistas de tres al cuarto que meten miedo en la mente de la gente. Este tipo de «divulgadors» deberían contar lo mucho que se sabe hoy sobre el núcleo, lo que podemos conseguir y lo que no. Deberían dejar al ciudadano opinar, pero con toda la información. entiendo que es difícil, no podemos crear físicos nucleares con programas de televisión en una hora. Lo fácil es contar las cosas a medias, dando la impresión de que lo nuclear es «oscuro» y «desconocido». Y esto está muy lejos de la realidad.
La gente de la calle le tiene miedo a la energía nuclear porque no sabe cómo funciona, y no tiene miedo a cruzar la calle porque conoce el código de colores de los semáforos ¿Es que ya nadie se acuerda de que los cuchillos cortan?
Otra cosa sería no querer asumir el riesgo, aún conociendo perfectamente el procedimiento. Hay opiniones para todo (fíjense que no he dado la mía).
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Para saber más: