Placebo Domino in regione vivorum

El hombre que hablaba con los delfines y otras historias de la neurociencia [libro]

Leer un libro de Jose Ramón Alonso siempre es una delicia. No siempre tengo tiempo de escribir anotaciones de todos los libros que leo, es más, he leído ya varios libros de este maestro de las historias y solo comenté Neurozapping. Y es que las obras de Alonso están llenas de historias fascinantes, hablar de ellas es juego de spoliler. Hoy quiero hacer referencia a «El hombre que hablaba con los delfines y otras historias de la neurociencia», publicado por Almuzara/Guadalmazán en 2015.
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Hasta el infinito y más allá [Libro]

Manuel Seara atesora en su haber varios años de divulgación científica en prensa y radio, por tanto ha sabido convertir su libro «Hasta el infinito y más allá» en un texto para todos los públicos. Tal vez el iniciado en temas astronómicos vea asuntos que conoce de sobra, sin embargo sus páginas están llenas de temas de candente actualidad. Además, no viene mal refrescar la memoria y entrar en algunos temas desde una perspectiva nueva.

 


«Hasta el infinito y más allá» se divide en cincuenta y un capítulos breves de cómoda lectura. Aunque puedes saltar de uno a otro, con frecuencia el autor hilvana los capítulos para seguir un hilo conductor. Comienza hablando de historia de la astronomía, desde los babilonios hasta los días actuales, pasando por la revolución copernicana, Newton y, por supuesto, la relatividad especial y general de Einstein. Cuenta alguna que otra anécdota curiosa. Por ejemplo, a pie de página, haciendo referencia a Kepler:

«Su primer matrimonio con Bárbara fue por amor, pero el segundo, en 1613, fue una cuestión práctica (necesitaba una mujer que cuidara de él y de los niños), y eligió a su esposa, Susana, en un casting entre —al menos— once candidatas».

Trata la visión cosmológica actual y cómo hemos llegado hasta ella, con una sencillez y brevedad admirables. Este es un tema que suele costar al lector, sin embargo Seara procura presentar sus contenidos de forma clara.

«En el principio no había absolutamente nada, una nada tan absoluta que resulta diíficl de comprender por el ser humano».

A lo largo de varios capítulos traza ciertos esbozos sobre astrofísica y evolución estelar que al profano le pueden servir para iniciarse en este interesante mundo. Manuel Seara relata cómo en 2012 un grupo de astrónomos españoles comprobaron que dos enanas blancas pueden fusionarse para formar una supernova tipo Ia. Es una pena que la impresión del libro haya coincidido con la publicación del artículo Una asociación estelar condenada a la catástrofe, un trabajo liderado por el astrofísico Miguel Santander y en el que se detalla cómo ellos mismos han observado el «baile mortal» de dos de estos astros. Si hay una segunda edición, no estaría mal que se incluyera este importante resultado.

También encuentra lugar para hablar sobre astroquímica y astrobiología. Pero tal vez el fuerte del libro sea la gran cantidad de referencias a proyectos actuales investigar los entresijos el Universo, proyectos con acrónimos de lo más cachondos: CARMENES, PLATO, CALIFA, ALMA, MACHO, etc.

Los quince últimos capítulos los dedica a nuestro Sistema Solar y se podrían usar como libro de texto para nuestros estudiantes de últimos años de primaria y de secundaria. «Hasta el infinito y más allá» puede ser considerado un libro de referencia de Astronomía, Astrofísica y Cosmología para todos aquellos que quieran comenzar a entrar en estas disciplinas que tanto nos ha dado al ser humano.

Puedes escuchar a Manuel Seara en Entre probetas.

Tesla y la conspiración de la luz [LIBRO]

En los últimos años se ha puesto muy de moda poner a Tesla (1856-1943) en un altar de bondad y genialidad y destronar a Edison (1847-1931) a la categoría de ladrón de ideas y de malvado capitalista. Ni uno ni lo otro. Ni primero fue tan santo ni el segundo tan malo maloso. Sin embargo, Miguel A. Delgado no cae bajo la tentación de esta tendencia en su entretenido libro «Tesla y la conspiración de la luz», editado por Destino. No voy a hacer aquí una reseña al uso, pues ya lo hacen Mulet y Villatoro, entre otros. Estoy interesado en realizar solo un par de comentarios.

 

 

En primer lugar, insisto en la idea de que el autor no ha caído en tópicos modernos. Utiliza personajes reales para construir una historia inventada. El libro es claramente de ciencia ficción, pero con el telón de fondo de una distopía, un mundo en el que las cosas funcionan bajo la misteriosa «Red». Contar más sería caer en un acceso espoileriano. Si te gustan estos mundos que no existen y la ciencia ficción, esta es tu novela. Aunque, en realidad, se pinta una sociedad muy parecida a la nuestra, una sociedad en que solo lo convencional y establecido es útil:

 

«- Oh sí. A mi amada esposa le parecía ridículo que un hombre hecho y derecho dedicara tiempo a escribir relatos de… ¿Cómo llamaba Gernsback a ese género, Tesla? ¡Ah, sí! Ciencia ficción. Tenía que hacerlo a escondidas, en mi propia casa. Y lo mismo ocurría con mis otras aficiones: durante años, mi interés por los autómatas se vio reducido a la construcción de algunas pianolas y unos pocos mecanismos, de los que ni siquiera podía disfrutar porque, según Ava, mi mujer, hacía un ruido insoportable».

 

El segundo comentario tiene que ver con una historia relacionada con mi amigo Dani Torregrosa, autor del magnífico blog «Ese punto azul pálido» y su hija Diana. Es muy posible que en el colegio te dijeran que la radio la inventó Marconi, pero como bien señala Dani en La radio la inventó Marconi, el Tribunal Supremo de EEUU le acabó dando la patente a Tesla por esta invención (1943). Mi opinión todavía es más general, la historia de la radio está llena de nombres que han aportado ideas, si nos referimos a una radio útil para las personas de la calle, vale, Tesla. El caso es que en su libro de texto aparecía este ejercicio, y ella, como buena disidente, contestó lo que aparece:

 

 

Esta historia pareció agradar a Miguel A. Delgado, un amante de las historias bien contadas. Así que dedicó unas palabras a modo de guiño en el capítulo 32 de «Tesla y la conspiración de la luz»:

 

«Diana Grosstower hacía siempre los deberes a la misma hora en que su padre se sentaba ante el televisor para ver las noticias de la noche. […] Para ella, lo único que importaba era el ejercicio que tenía ante sí, y cuyo enunciado decía: «Ordena los objetos y adivina el nombre del inventor». […] Los dibujos representaban, esta vez, distintos modelos de aparatos de radio, desde uno inmenso como el de casa del abuelo hasta otros pequeños como maletines. En este caso eran siete las letras: «M», «C», «A», «O», «N», «R» e «I»».

Evidentemente los guiños en los libros no deben machacarse al 100 %, así que aquí hay más cosas escondidas que dejo en el tintero. En cualquier caso, me parece interesante el asunto: ¿debemos enseñar a nuestros menores a dudar de lo que le contamos los adultos? Desde mi punto de vista, un rotundo sí. Estamos en la línea de la anterior cita, hacer lo que no es habitual produce «ruido», molestia. Dejemos que los niños armen jaleo y el futuro será diferente.

Medicina sin engaños [Libro]

Medicina solo hay una, la que cura. Esta es la consigna que Mulet levanta en la mano durante todo el discurso que mantiene en su tercer libro de divulgación científica, Medicina sin engaños. En la introducción (puedes leerla de forma gratuita), avisa al lector:

«No soy médico. Por lo tanto, en esta obra no vas a encontrar ninguna indicación sobre qué tratamiento seguir para una enfermedad, ningún consejo para que tomes tal o cual medi- camento ni ninguna pauta para prevenir una determinada dolencia».

Así es, pero su experiencia en investigación científica y su titulación (bioquímico) le sitúa en una posición de conocimiento adecuado, sabe de lo que habla. Lleva años luchando contra las pseudociencias en general y contra las pseudomedicinas, en particular. Su labor divulgativa desde la asociación escéptica ARP y el blog Naukas avalan una relación estrecha con el lector más profano. Y es que si Mulet abría un camino con Los productos naturales ¡vaya timo! y había dejado huella tras Comer sin miedo, este tercer libro lo eleva a la primera fila de los divulgadores científicos en lengua castellana. Sigue leyendo

Las hormigas suicidas y el lado oscuro del comportamiento colectivo

La manada inteligente [libro]

El libro que ha escrito Peter Miller goza de una narrativa joven y carente de letargos. En «La manada inteligente» podemos encontrar todo tipo de historias perfectamente hilvanadas, tanto es así que se me antoja difícil que el lector —por muy vivaz que sea— conozca todas ellas con detalle. La lectura de seguido es tarea ardua, pues a cada momento se apetece buscar un vídeo o ampliar información sobre las curiosidades que introduce con sutilidad. El objetivo de Miller es directo [spoiler]: el propio ser humano se comporta como una manada inteligente. El autor analiza los seres vivos que de manera clásica han formado conjuntos: abejas, hormigas, termitas, langostas, estorninos, etc. Lo interesante de esta sinergia es que «distribuyen la solución de problemas entre un gran número de individuos, cada uno de los cuales sigue instrucciones simples sin llegar a tener una visión global de la situación. Nadie está al mando». Los pilares de una manada inteligente son la autoorganización, la diversidad de conocimiento, la colaboración indirecta y el mimetismo adaptativo. Animamos al lector a que se sumerja en este compendio de bichitos maravillosos, ideado por un habitual de National Geographic, Peter Miller. Sin embargo, quisiéramos desde aquí desvelar al menos uno de los secretos que guarda [spoiler], lo que vamos a denominar las hormigas suicidas.

 

 

Las hormigas suicidas

En el capítulo dedicado a las hormigas, nos cuenta Miller que estas no son inteligentes, pero la colonia sí lo es. «Cuanto más observas a una hormiga, más ganas te entran de ayudarla», dice el autor citando a Deborah Gordon. En este capítulo describe el modo en el que las hormigas discurren por trayectorias concretas, siguiendo el rastro de feromonas dejado por sus congéneres. Con esta idea en la cabeza saltamos a uno de los últimos capítulos, el dedicado a las langostas. Allí nos cuenta cómo a la naturaleza se le puede ir de las manos eso del «culo veo culo quiero». El biólogo T. C. Schneirla encontró un grupo de hormigas sumido en una actividad extravagante: giraban describiendo circunferencias sin parar:

 

«Aquella tarde había caído un buen aguacero y eso posiblemente había interrumpido la incursión y eliminado el rastro química que mantenía conectado al grupo con la colonia principal de hormigas. Cuando dejó de llover, los primeros individuos del grupo probablemente habían salido a explorar el área sin apartarse de la periferia del grupo, donde se sentían más seguros. Al hacerlo, dejaron un rastro circular de feromonas que las demás hormigas no tardaron en seguir. Al cabo de un rato el rastro era tan intenso que ninguna de ellas era capaz de escapar.  […] Al final del día, las hormigas habían dado vueltas durante más de quince horas».

 

Del artículo de Shneirla, 1944.

 

Se trata de «el lado oscuro del comportamiento colectivo». En 1944, Schneirla estudió el comportamiento de las Labidus parador en el artículo «A unique case of circular milling ants, considered in relation to trail following and the general problem of orientation», en American Museum Novitates. No es el primer caso registrado Ant mill (molinillo de hormigas), en 1921 William Beebe observó un «molinillo» de 365 m de diámetro,  en el que las hormigas tardaban 2 horas y media en dar una vuelta completa. Aquí abajo dejamos algunos sorprendentes vídeos al respecto.

 

 

 


Y ya que estamos, una de hormigas que escriben en grupo (un truco inquietante):

Mis lecturas de 2014 en citas escogidas

[Actualizado el 2 de enero de 2015: se han insertado dos citas y cuatro libros]

 

A continuación pongo citas de algunos de los libros que he leído durante 2014. No están todos, pero sí algunos de los que más me han marcado y de los que puedo hablar (hay una docena de libros que tratan del científico de mi próxima biografía, ya comentaré cuál es). Algunos de la selección que aparece en la fotografía no llevan cita abajo. De todo ha caído en mis manos (entre treinta y cinco y cuarenta): divulgación, novela, ciencia ficción, fantasía, poesía, etc. Y sí, algún libro pseudocientífico he leído (con esfuerzo), hay que conocer de lo que se habla.

 

 

«Al fin y al cabo, las ideas que al principio nos parecen absurdas se vuelven familiares después de un tiempo, hasta el momento en que nos sentimos cómodos con ellas y no sabemos si es porque las hemos entendido o, sencillamente, porque nos hemos acostumbrado a manejarlas así». ¿Qué hubo antes del Big Bang?, Rafael Alemañ.

 

«Si todo se transforma con el paso del tiempo, es razonable suponer que también lo haya hecho la noción de ciencia, cuya historia es el objeto de este pequeño libro». Historia de la ciencia, Javier Ordóñez, Víctor Navarro y José Manuel Sánchez Ron.

 

«Teoría… sueños… —me interrumpió restregándose las manos—. Yo lo conozco a Ricaldoni, y con todos sus inventos no ha pasado de ser un simple profesor de física. El que quiere enriquecerse tiene que inventar cosas prácticas, sencillas». El juguete rabioso, Roberto Arlt.

 

«Los libros están para recordarnos lo tontos y estúpidos que somos». Fahrenheit 451, Ray Bradbury.

 

«Mi madre me contó una vez que, hace mucho tiempo, había gente que no compraba productos modificados genéticamente porque les parecía antinatural. Ahora no tenemos otra alternativa». Divergente, Veronica Roth.

 

«Algunos son como Caleb: personas a las que todo fascina, que no se sienten satisfechas hasta saber cómo funcionan las cosas.». Insurgente, Veronica Roth.

 

«[…]desconfío de la gente desesperada». Leal, Veronica Roth.

 

«—Estaría mirando por el balcón para ver en el cielo a esos extranjeros que dicen que van a subir a la Luna —dice mi abuela—. Ahora que es de día y la Luna no se ve, ¿cómo encuentran el camino? —Cómo lo van a encontrar, pues con esos aparatos que llevan —dice mi madre, que se fija mucho en las películas y ha visto en el cine algunas de astronautas—. Son gente muy lista, que ha hecho muchos estudios». El viento en la Luna, Antonio Muñoz Molina.

 

«Aunque existen muchos mentirosos entre los humanos, éstos son menos en número que los honrados. En la evolución de nuestra especia ha primado la sinceridad. De no ser así, hoy en día no estaríamos viviendo en sociedades tan numerosas basadas en la colaboración». Yo, mono, Pablo Herreros Ubalde.

 

«Mi intención es que el lector […] llegue a la última página con la impresión de que la ciencia es apasionante, que está todo por descubrir y que el mundo es jodidamente extraño». ¿Qué ven los astronautas cuando cierran los ojos? Historias de bombas, astronautas y cerebros, Antonio Martínez Ron.

 

«Si alguna vez has pensado en dar las gracias a las personas que han hecho posible que las puertas de los supermercados se abran solas, aquí tienes a una de ellas, el señor Albert Einstein, ya que los sensores que controlan las puertas se basan en el efecto fotoeléctrico que él explicó». El diseño inteligente ¡vaya timo!, Ismael Pérez Fernández.

 

«Insisto: a mí de los embutidos me preocupa su contenido en grasas saturadas y en colesterol, y del vino el alcohol. Los nitritos y los sulfitos, no . Mejor nitrito y sulfato que intoxicación letal». Comer sin miedo, J. M. Mulet.

 

«Pero la física sin mediciones sencillamente no existe». Por amor a la física, Walter Lewin.

 

«Pero como los átomos son unos conformistas desprovistos de imaginación, llenan las capas y los niveles de energía en el mismo orden en toda la tabla». La cuchara menguante, Sam Kean.

 

«El mejor modo de esconder algo —prosigue— no es el lugar más recóndito, sino el que pueda resultar más obvio». Mariela 1972. Un asesinato en Rota, José Antonio Lucero.

 

«Recuerda el auge que tuvieron en aquel momento tanto religiones como sectas, neoastrólogos, videntes, avistamientos de OVNIs…». El legado de Prometeo, Miguel Santander.

 

«Aquellas madres temían bien; resultó que sus hijos fueron tal y como lo presintieron: escépticos, preguntones, disconformes y burlones, cuando lo único que deberían hacer para ser como ellas era creer en todo, no preguntar nada, asentir a todo y no reírse de nada». Las ciegas hormigas, Ramiro Pinilla.

 

«Con Jordi Hurtado hay bromas sobre su supuesta mortalidad (se dice que murió hace años y RTVE se niega a reconocerlo) y su inmortalidad (que tiene un trato con el diablo para mantenerse igual década tras década). En un monólogo de El club de la comedia, Santiago Segura preguntaba: “¿Que Jordi Hurtado ha muerto? ¿Otra vez?”». Neurozapping, José Ramón Alonso.

 

«[…]le faltaba algo para ser feliz e importante aunque ignorara que, en realidad, para ser feliz e importante le faltaba casi todo». Sin tetas no hay paraíso, Gustavo Bolivar Moreno.

 

«Llamo Planilandia a este mundo, no porque lo llamemos de este modo, sino para que su naturaleza os resulte más comprensible, felices lectores, que gozáis del privilegio de vivir en el Espacio». Planilandia, Edwin Abbott.

 

«¿Es verdad que Charlot se presentó a un concurso que buscaba un doble suyo». Ya está el listo que todo lo sabe, Alfred López.

 

«[…]sólo me relaciono con mis iguales, y como no tengo iguales, no me relaciono con nadie». La conjura de los necios, John Kennedy Toole.

 

«Así que parece que cualquiera que quiera ser un famoso o famosillo, debería ir pensando a qué fobia apuntarse». Dispara tú primero y otras historias de la Neurociencia, José Ramón Alonso.

 

«Censuró la conducta de Carlota, dijo que no se debía hacer creer nada a los niños; que estos abusos eran origen de errores y supersticiones sin número, que hay necesidad de evitar desde muy temprano…». Werther, Johann Wolfgang von Goethe.

El arte de vender mierda [Libro]

Fernando Cervera es, por encima de todo, un valiente. Estamos hablando de un joven biólogo valenciano que no cumple los treinta años y que publica su primer libro cargado de polémica y lucha, El arte de vender mierda (Laetoli). Su ópera prima se lee de un tirón, en una sentada. Cervera y su amigo Mariano, hartos de las pseudomedicinas, deciden inventarse una pseudoterapia: el fecomagnetismo. O lo que es lo mismo: mierda diluida homeopáticamente. Y consiguen meterse en el mundo de las pseudociencias, entrar en los congresos, ser citados por blogs e incluso dar una conferencia. Prologado por Javier Armentia, el libro no puede ser más que una voz beligerante en cuya lengua los pelos no encuentran cuna:

 

«Habíamos conseguido nuestro objetivo en tan solo una semana, y nuestra pseudoterapia, por muy estúpida que pareciera, había comenzado a extenderse y se hablaba de ella en algunos sitios de Internet. Habíamos demostrado que no existía ningún mecanismo de control sobre qué se publicaba en páginas de «terapias alternativas», pues si tenías dinar lograbas fácilmente el reconocimiento de páginas y revistas que, en teoría, eran especialistas en el sector. Es más, la gran mayoría de los pseudoterapeutas con los que hablamos se creyeron completamente nuestros fundamentos pseudocientíficos.»

 

Cervera ofrece nombres, apellidos y direcciones web, insistimos, sin pelos en la lengua, un valiente de los que hace falta en la lucha contra las pseudochorradas. Pero no podemos contar más, esta pequeña obra es del tipo de las que no se puede un crítico extender mucho. Lo mejor es leer el libro, un relato de su aventura que le ha dejado a su autor alegrías y sinsabores, esperanzas y desilusiones. No deja al lector indiferente.

Neurozapping [Libro]

Cualquier pretexto es bueno para hablar de ciencia. En los últimos años se ha generalizado el uso del mundo de los súper héroes para hablar de física y de ciencia en general. Hoy os traigo «Neurozapping», la propuesta de José Ramón Alonso, quien mantiene un blog de temas muy variados, no solo de ciencia, llamado UniDiversidad. José Ramón Alonso es director del Laboratorio de Plasticidad neurona y Neurorreparación del Instituto de Neurociencias de Salamanca. Tiene en su haber varios libros publicados y ha ganado los premios de divulgación científica más conocidos de España: Teresa Pinillos y Prisma.

 

«Nerurozapping» es el segundo libro que publica Laetoli en la colección Las dos culturas sobre el tema de la neurociencia. El primero fue «Neurociencia para Julia», de Xurxo Mariño, del que debo una reseña. Alonso utiliza como excusa las series de televisión para tratar temas relacionados con la neurociencia. El lector comienza leyendo la presentación de la serie, por si hubiera algún despistado que no la recuerde y, sin saber cómo, estás leyendo sobre el síndrome de Asperger, el síndrome de Tourette, los efectos de la ricina en el sistema nervioso, el síndrome de las mujeres desesperadas (curioso esto), la encefalofagia, el donjuanismo, la epilepsia, la anosmia y un sinfín de temas interesantes. Cuando el lector ya está introducido en el mundo de la neurociencia y había olvidado por completo que se había comenzado hablando de una serie, el autor recuerda algún personaje de la serie y realiza las conexiones pertinentes. Todo muy natural, bien tejido y con unos capítulos que gozan de la extensión perfecta para lecturas de fin de verano.

Y, por supuesto, no faltan los pasajes divertidos. El autor se atreve a salir de las series para indagar en el concurso televisivo español más veterano: «Saber ganar». No puede dejar de llevarse por la tentación (y todo para acabar hablando de la discalculia):

 

«Con Jordi Hurtado hay bromas sobre su supuesta mortalidad (se dice que murió hace años y RTVE se niega a reconocerlo) y su inmortalidad (que tiene un trato con el diablo para mantenerse igual década tras década). En un monólogo de El club de la comedia, Santiago Segura preguntaba: «¿Que Jordi Hurtado ha muerto? ¿Otra vez?»»

 

El propio autor presentaba su libro con el índice, en UniDiversidad. Este índice lo dice todo:

 

Yo, mono. [Libro]

 

Pablo Herreros Ubalde no deja indiferente ante la lectura de «Yo, mono», el lector se ve obligado en múltiples ocasiones a detener su actividad y quedar con la boca abierta. Como un bobalicón. Y es que se trata de un libro ameno y con un enfoque interesante: el estudio de paralelismos entre el humano y resto de primates. Nos cuenta el autor en la introducción que el nombre del libro se toma prestado de su propio blog. Yo, mono es un blog alojado en El Mundo cuyo nombre se debe a Fernando Baeta. Por otra parte, en el sitio yomono.es puedes ver algunos textos relacionados con el libro, además de interesantes y divertidos vídeos.

 

Los malos líderes se imponen a la fuerza y son malos con el grupo.

 

El primer capítulo no puede empezar con una mejor frase, «Los primates juegan a los mismos juegos de poder que los humanos». No somos los únicos animales políticos, los chimpancés y bonobos realizan las mismas maniobras políticas propias de una vida en grupo. A lo largo de todo el libro Pablo Herreros habla experimentos para mostrar hipótesis de todo tipo. En el segundo capítulo, «Primates en el parlamento», habla del instinto cooperador de los bonobos pues, en un experimento, cuando se le ofrecía comida a uno la compartía con los demás. En esta línea, Herreros defiende la tesis de que el ser humano es cooperador por naturaleza, de hecho es lo que nos ha llevado a ser lo que somos. Es cierto que existe la corrupción, como discute en el tercer capítulo, «Corrupción en la selva», aunque no es una tendencia mayoritaria pues, de lo contrario, no habría países ni gobiernos.

 

Aunque existen muchos mentirosos entre los humanos, éstos son menos en número que los honrados. En la evolución de nuestra especie ha primado la sinceridad. De no ser así, hoy en día no estaríamos viviendo en sociedades tan numerosas basadas en la colaboración.

 

La mentira también la compartimos con otros primates, que saben esconder plátanos o fingir cojera. Ya en el capítulo cuatro profundiza en el tema que parece principal: «Monos altruistas y supercooperadores». El autor nos convence de que la cooperación y el trabajo en equipo ha sido crucial para la evolución del ser humano. Pero hay normas, como en el juego, que también presentan los pequeños primates. Incluso tu perro, pues sabe hasta qué punto puede apretar en la mordida. Si muerde más de la cuenta, el resto de perros deja de jugar con él y lo excluye. A pesar de ello, no podemos obviar la crueldad que vemos cada día en las noticias, para esto también tiene respuesta el autor. En cualquier caso, desde pequeños aprendemos a elegir con quien cooperamos y a quien ayudamos, ahí tenemos el quid de la cuestión. Esta cooperación de la que estamos hablando sería imposible sin la resolución de conflictos. Los conflictos son la clave de la cooperación, como puede leerse en el quinto capítulo, «Movida en la selva». Le sigue un capítulo dedicado al arte en los primates, pero vemos más interesante saltar a «Primates en el IBEX 35», el séptico capítulo. En este punto se vuelve a tocar el tema del liderazgo. En un correcto liderazgo el grupo cede parte de su poder al líder, es decir, se trata de un fenómeno grupal, no individual. El término usado por Carlos Herreros de las Cuevas sería «seguiderazgo», como traducción del término en inglés que define el fenómeno, followership. Pablo Herreros nos recuerda que los primates «no nos sentimos seguros ni comprometidos si trabajamos en grupos grandes». Una gran verdad, apoyada en que hemos evolucionado en comunidades pequeñas, somos capaces de cooperar y darlo todo por el que conocemos.

 

El capítulo ocho es, ante todo divertido, empezando por el nombre: «Sexo, drogas y Rock and Roll en la selva». Las tres cosas de las que habla el título no son propias del ser humano, dejemos de ser tan antropocéntricos. Las chimpancés tienen multiorgasmos, las monas eligen, todos los primates sufren adicción por las drogas y el alcohol, y existen muchos animales gays en la naturaleza. Incluso nos cuenta cuál es el origen de la aversión por el incesto, que no solo es social.

 

 

Trata con la cautela esperada el asunto de las neuronas espejo, en el noveno capítulo, «La inteligencia emocional de los animales». En resumen, la empatía no es propia de los seres humanos. Cierra el libro Herreros Ubalde explicando qué entiende él por «El mono de las dos caras», un capítulo de solo dos páginas que es mejor que leas, ya que las poco más de doscientas páginas de este libro son recomendables. Es un texto divulgativo al alcance de cualquiera, al más puro estilo «mono desnudo». Nos parecemos a los primates, y mucho. «Yo, mono» es una cura de humildad para muchos humanos.

Puedes seguir a Pablos Herreros Ubalde en https://twitter.com/somosprimates.

[Libro] ¿Qué ven los astronautas cuando cierran los ojos?

Antonio Martínez Ron (@aberron) es un maestro del titular, por sus venas corre todo un periodista experto en localizar historias sorprendentes. Son Fogonazos que no te roban más de cinco minutos y que ya superan los diez años en la blogosfera. Con motivo de este aniversario en 2013 publicó el libro «¿Qué ven los astronautas cuando cierran los ojos? Historias de bombas, astronautas y cerebros». Se trata de una obra que recopila alguna de las entradas que ha escrito en Fogonazos, Libro de Notas, Naukas y Quo.

Galileo leería este libro y destruiría pseudocientíficos con su rayo mortal.

El título de la antología lo toma prestado de un artículo que vería la luz en 2009, ¿Qué ven los astronautas cuando cierran los ojos? Aunque esta historia ya nos sorprendió en su día, no deja de abrirnos la boca de nuevo si la leemos cinco años después. Sobre todo a los que somos de memoria corta. El último artículo cierra el libro como empezó, pero no se os va a contar. Lo mejor es que lo leáis vosotros mismos. Este remate me ha parecido que le da clase al libro y te deja en el rostro una sonrisa. De hecho, cuando terminé dije en alto «¡qué bueno!», literalmente.

No solo los titulares de Antonio Martínez son excepcionales (sin duda los mejores que conozco en la red), también la introducción en cada uno de los artículos engancha desde el principio. Comienza las historias con preámbulos sobre la vida de alguna persona, para ir introduciéndonos, poco a poco, en una anécdota concreta hasta que, finalmente, nos cuenta lo que nos quería contar. Y te deja con las ganas de profundizar en los conceptos científicos, le falta decir un «¿quieres saber más?, pues investiga por tu cuenta». A esto se le llama popularización de la ciencia con todas sus palabras, pues habla de temas científicos con toda naturalidad, sin aspavientos ni ataques de arrogancia. De ahí los fogonazos, los asombros diarios.

Parece que al autor le interesan las historias de astronautas bombas, cerebros, etc. Historias extrañas, casi de películas, como salidas de la imaginación de algún tipo de genio loco de la intriga. Pero son historias reales. Y todas tienen un denominador común en la pluma de Martínez Ron: eleva la ciencia a la práctica de la vida cotidiana. Tiene varios secretos para conseguirlo (arriba se habla de los titulares y del estilo literario), pero quizás su arma más poderosa es que consigue contactar con los protagonistas de estas historias, ya sea directamente o mediante la investigación periodística. Nos lo cuenta, prácticamente, en primera persona.