El verano de 1921 fue muy especial, pues se logró por fin aislar de manera exitosa la insulina del páncreas sano de un perro. Cien años después la calidad y esperanza de vida de las personas diabéticas ha mejorado notablemente.
El médico canadiense Frederick Grant Banting nació el 14 de noviembre de 1891, por lo que le tocó vivir la Primera Guerra Mundial de primera mano. Y lo hizo como médico militar tras estudiar en la Universidad de Toronto. Lo curioso es que le costó tres intentos entrar en el ejercito. Lo rechazaron en el segundo por problemas de vista. Pero la guerra demandaba médicos, por lo que se aceleraron sus estudios. Sería herido en la Batalla de Cambrai (Francia) en 1918. Estuvo dieciséis horas ayudando a otros heridos hasta que un colega lo detuvo. Banting no aparece en el santoral por esta proeza que escasamente conocida.
Medicina quirúrgica
Nacer a finales del siglo XIX es lo que tiene: también vivió la II Guerra Mundial. Allí fue mayor del Cuerpo Médico y fefe de la sección médica de Consejo Nacional de Investigaciones de Canadá. Después de su experiencia como soldado, acabaría como profesor en la misma universidad que le dio el título. Completó su formación quirúrgica y estudió medicina ortopédica. Durante los años 1919 y 1920 sería cirujano residente en el Hospital para Niños Enfermos. Pero le hacía falta más experiencia para conseguir un puesto fijo, por lo que se mudó a London (Ontario) para compaginar bata y docencia. En 1922 recibió por fin su título como médico, junto a una medalla de oro.
El trabalenguas de la insulina
En noviembre de 1920 Banting tuvo que preparar una conferencia sobre la diabetes y empezó a informarse al respecto. Un día leyó un artículo sobre el páncreas que despertó su interés y que lo cambiaría todo. En 1869 Paul Langerhans descubrió bajo el microscopio unas estructuras que no habían sido vista antes en el páncreas. Hoy reciben el nombre de islotes de Langerhans. En 1889 el médico Oskar Minkowski, junto a Josephg von Merin, sería quien extrajera el páncreas a un perro sano para comprobar posteriormente que en su orina se hallaba orina. El siguiente paso importante lo daría en 1901 el estadounidense Eugene Lindsay Opie: “La diabetes mellitus cuando viene como resultado de una lesión del páncreas, es causado por la destrucción de los islotes de Langerhns y solo ocurre cuando estos cuerpos son parcial o totalmente destruidos” (Diabetes Mellitus Associated with Hyaline Degeneration of the islands of Langerhans of the Pancreas, Bulletin of the Johns Hopkins Hospital). Durante veinte años intentaron los científicos aislar algún tipo de secreción en la zona.
El fisiólogo inglés Edward Albert Sharpey-Schafer acuñó el término “insulina” para una sustancia esquiva que empezaba a parecerse a una quimera. La palabra insulina proviene de “insula”, que en latín significa isla o islote. Los científicos se afanaban, por tanto, en extraer esa hipotética hormona del páncreas y observarla antes de que se destruyese. Querían aislar la insulina, valga la redundancia etimológica o la meta-isla (“aislar la isla”). En medio de este trabalenguas, apareció Banting, sin imaginar que sería él quien daría solución al problema.
Aislando la insulina
Las secreciones que se estaban buscando no solo contenía la sustancia deseada, sino algo más que destruía la ansiada insulina. En un artículo publicado por Moses Barron en 1920 se describía que el cierre del conducto pancreático por ligadura, en el que se destruían una células muy concretas que estaban siendo el problema. Hoy sabemos que estas células pancreáticas segregan tripsina, que eran las responsables de la descomposición de la insulina. Banting, como cirujano, sabía que bloquear el conducto pancreático no afectaría a los islotes de Langerhans, por lo que se apuntó una nota que ha pasado a la historia:
“Ligar los conductos pancreáticos del perro. Mantener vivos a los perros hasta que los acinos [células en forma de baya] degeneren y salgan de los islotes. Intentar aislar la secreción interna y aliviar la glucosuria”
Banting no tenía experiencia en investigación, pero logró que John James Rickard Macleod le diese un hueco en un laboratorio para probar su idea. Incluso con dos estudiantes universitarios. Pero solo necesitaba uno, así que Charles Best y Clark Noble lanzaron una moneda al aire. Fue Best el que acompañaría a Banting hacia el premio Nobel. El 30 de julio de 1921 lograron extraer con éxito un extracto de un perro sano y dicha sustancia fue inyectada en un perro diabético. Comprobaron que el azúcar en sangre se redujo en un 40 % al cabo de una hora. Después del verano mostraron sus resultados a Macleod y este vio algunos fallos de diseño y sugirió que se repitiese, pero con mayor número de canes y con mejores equipos de laboratorio. Además, se fueron a un mejor laboratorio y Bating recibió un sueldo por ello. Las mejoras en la investigación llegaron a tal punto que en diciembre Macleod ya había suspendido toda la actividad en su laboratorio para centrarse en la purificación de insulina.
La primera inyección de insulina
Leonard Thompson era un niño diabético de 14 años que agonizaba en el Hospital General de Toronto. El 11 de enero de 1922 se convirtió en el primer diabético en recibir una inyección con insulina. A pesar de ello, el extracto era bastante poco puro y el chico sufrió una reacción alérgica grave, por lo que se suprimieron el resto de dosis que se habían previsto. Afortunadamente las extracciones fueron cada vez más puras, hasta el punto que en noviembre ya estaba a la venta insulina altamente refinada para el público general. Banting y Macleod fueron reacios a la patente por motivos de ética médica. Sin embargo, tras cierta controversia sobre el asunto finalmente sería patentado el proceso con el fin de que nadie lo hiciera para su beneficio propio.
En ese mismo año, 1922, Banting y Best publicaron el famoso artículo Pancreatic extractos in the treatment of diabetes mellitus (The Canadian Medical Association Journal), donde se describía por primera vez el descubrimiento de la insulina.
La fama
Banting y Macleod recibieron el Premio Nobel de Medicina o Fisología en 1923, por el descubrimiento de la insulina. El verdadero precursor, Banting, compartió la dotación del premio con su ayudante Best, mientras que Macleod haría lo mismo con James Collip, que ayudaría a la producción de la insulina una vez aislada. En el momento de la publicación del presente artículo (noviembre de 2021), Banting sigue siendo la persona más joven en recibir el premio Nobel en el área de Fisiología o Medicina, con solo 32 años. Su influencia social lo llevó a convertirse en portada de la revista norteamericana Time el 27 de agosto de 1923. Murió en 1941 por las heridas causadas en un accidente aéreo, al fallar los dos motores del un Lockheed L-14 Super Electra.