Poesía y cualquier otra cosa no están reñidas. Ya he escrito varias entradas de poesía relacionada con la ciencia. Hoy le toca el turno a un ingeniero de profesión familiar (que no de estudios). En el libro «Itinerario Poético» Gabriel Celaya se hace su propia introducción, y vaya introducción. Cuenta gran parte de su vida, sus heterónimos (Rafael Múgica y Juan de Laceta, y vaya usted a saber si alguno más). La introducción la termina con un poema en la que denuncia lo que la pasó en su juventud, cuando lo dijeron que no era serio que un ingeniero compusiera versos (las negritas son mías):
BIOGRAFÍANo cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.Y descansar: morir.
Itinerario Poético, GABRIEL CELAYA, pág. 31, Catedra (1976)
Si no me equivoco Ernesto Sabato era un eminente físico antes de dedicarse a la literatura
No te equivocas, bueno, no sé si eminente, pero físico sí.