En mi puente de la Inmaculada (de cuatro días) he tenido la oportunidad de aprender muchas cosillas, recordar otras y ver en vivo monumentos que sólo conocía en el papel. Una de las curiosidades que quería compartir hoy es una foto que hicimos en Cáceres de un matacán. Son voladizas con agujeros en la perte inferior (imitando un balcón) para arrojar todo tipo de cosas al enemigo (consulta el RAE para una definición más correcta). Allí nos contaron que se echaba aceite caliente. Hay que tener en cuenta que el aceite entra en ebullición a más de 200ºC, por lo tanto el que te caiga un buen cubo de aceite hirviendo es, cuanto menos, incómodo.
Con el tiempo la cosa se fue relajando y se fueron tapando los matacanes para convertirlo en balcones. Hoy uno no vive con el miedo de que le caiga nada en lo alto, ni con cosas en la casa para poder tirar a los que están abajo. Y todavía hay quien dice que antes se vivía mejor.
Palacio de los Golfines de Abajo. Cáceres.
Y lo bonito que es poder hervir aceite y lanzarlo p’ai… ya no se aprecian las tradiciones. ¿De verdad hervían aceite a 200 grados? ¿No es un poco muchérrimo?
Yo no digo que lo calentasen hasta 200ºC, digo que no entra en ebullición hasta una temperatura superior. Fíjate que en cualquier freidora hay marcas que superan los cien grados holgadamente. El punto de ebullición del aceite depende de qué tipo sea (maíz, oliva, girasol, etc.) De todas formas, con una candela de madera se pueden alcanzar temperaturas que ni te imaginas.
Qué haría yo sin tu sabiduría. Si algún día tengo que montar un asedio, te nombraré Ingeniero de Machacar Gente.
Siempre se aprende algo, habia visto muchos asi cuando iba a Salamanca al pueblo o cuando viaje por Leon y Galicia, y siempre me llamo la atencion que no arreglasen esos «balcones» jejejeje.Fijate que tenian un uso mas interesante y creativo.
Sí, eso me lo contó mi padre de pequeña cuando me llevó a ver la parte antigua de Cáceres para contarme la historia 😉 Me resultó muy curioso.Por cierto, espero que te gustase Cáceres 🙂
Si esto lo conociesen los vecinos de Malasaña… Antes de la ley antibotellón, nos solíamos reunir por las calles del barrio y cuando nos pasábamos de hora los vecinos nos lanzaban de todo: lo peor que recuerde: una botella de lejía, lo mejor, ¡un racimo de uvas!
jaaaaaa