El ladrón de cerebros [Libro]

Pere Estupinyà relata una anécdota personal en la introducción de El ladrón de cerebrosque muestra perfectamente lo hermoso del conocimiento. Un amigo lo invita a bucear pero él rechaza la oferta. Tras la insistencia, acaba accediendo y, para su sorpresa, encuentra un mundo nuevo hasta entonces para él desconocido. Y es que es hermoso ser ignorante y querer aprender, porque nos podemos topar con maravillosos escenarios.Estupinyà es un chico joven que un día decidió cruzar el charco para pasar un año en el MIT y en la Universidad de Harvard. Hoy en día reside en Washington D.C. Entre sus ocupaciones, escribe para el Knight Tracker en español del MIT (hoy le agradecemos la anotación sobre el millón de twitteros que se han unido a @muyinteresante y su mención al autor de este blog, de la cual me entero gracias a The New Blogs Time, el blog de José Pardina).

Portada del libro.

El libro es, simple y llanamente, colosal. Y digo pocas veces esto sobre un libro, porque, sinceramente, en ocasiones leo lo mismo que he leído en otros libros. Quizás sea por aquello que comenté al propio Estupinyà: cuenta cosas de las que no tenía, como físico, ni la menor idea. Personalmente, desde el punto de vista de la divulgación, me llama más la atención los temas de biología en general que los de física. De hecho, Estupinyà cuenta que Boyce Rensberger (director de la beca de la que se habla en un par de párrafos) les invitó a rascar donde no pica, es decir, que investigaran sobre temas que no les llamara tanto la atención como sus temas afines.

«No soy gran amigo de los consejos, pero me resulta imposible resistirme al «rascad donde no os pique».». PERE ESTUPINYÀ.

Aunque el verdadero motivo que llama la atención del libro es la estructura y forma en la que se ha concebido esta obra, hoy necesaria en las estanterías de todo amante de la divulgación científica y del conocimiento en general. Bueno, o en tu dispositivo Apple. Está prologado por Eduard Punset, junto con el que ha trabajado. Tras el prólogo, el autor justifica en una introducción la elaboración del libro.

Escribí este texto en agosto de 2007 durante uno de los momentos más excitantes de mi vida. La inmersión científica que estaba a punto de emprender era realmente muy especial. Había sido elegido como uno de los periodistas científicos que iba a pasar un año en Boston becados por la Fundación Knight en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), con el único objetivo de introducir en nuestros cerebros tanta ciencia como cupiera. Íbamos a recibir seminarios privados con los principales investigadores del MIT y Harvard, podríamos asistir como oyentes a las asignaturas que más nos interesaran, entrevistar personalmente a científicos, rastrear en profundidad cualquiera de sus laboratorios, y asistir a todas las conferencias y eventos que quisiéramos. Teníamos libertad absoluta. [Negritas mías] p. 20-21

Casi nada. Si un libro comienza en su introducción con estas palabras, sólo puede deparar sorpresas. Y es así, porque la obra está plagada de anécdotas personales, escrito en un lenguaje accesible a todos y, sobre todo, familiar. Estupinyà no sólo habla de las investigaciones punteras sino de las personas que realizan los estudios, de su relación con estas personas, cómo las has conocido, incluso qué hacía en el momento de conocerlas, qué sintió. Es imposible que el lector no se involucre en el mundo del autor. Estupinyá ha conseguido con este libro humanizar la ciencia.

 

A pesar de que Pere Estupinyà no tiene un concepto muy positivo sobre el escepticismo (estoy seguro que es porque no se ha acercado lo suficiente y su cerebro ha distorsionado la información que le llega, usando las tesis que se trabajan en su propio libro), sí habla sin tapujos sobre falacias y equivocaciones que tiene el cerebro. En este sentido me interesa particularmente la introducción al segundo capítulo, titulado con acierto Lagunas en el cerebro humano:

 

En ocasiones el cerebro peca de arrogante. Él cree saber lo que nos conviene y nos engaña a inconsciencia porque desconfía de nuestras decisiones más meditadas, pero no se da cuenta de que algunas de sus partes más primitivas están atrapadas en una programación genética caducada que no se ha actualizado desde hace centenares de miles de años.

[…] A él, mostrarle la realidad de manera fiel le importa bien poco. Lo que pretende es que sobrevivas lo más feliz posible, y si para ello debe engañarte, no duda en hacerlo. […]. Si los sentidos no le dan suficiente información, se inventa ilusiones sensoriales con las que mantener un control tranquilizador. Mezcla memorias reales con recuerdos imaginados para que las historias rememoradas sean lo más plausible posibles. […]. La duda también es su enemigo natural; él se aferra a la realidad subjetiva que más le convenga y distorsiona todo aquello que contradiga sus asunciones. Y en realidad no soporta la ciencia; porque le pide esfuerzos demasiado costosos, porque le quita protagonismo a su dueño, y porque algunas investigaciones en psicología empiezan a dejarle en evidencia, airear sus vergüenzas, y poner de manifiesto lo mucho que se equivoca cuando toma simples decisiones de lo más cotidianas. p. 77-78

 

Así es, estamos empezando a entender nuestro propio cerebro. Y la cantidad de cosas extrañas que mucha gente dice (me han abducido, he visto un fantasma, etc.) tiene explicaciones más simples y más atractivas: nuestro cerebro se equivoca.

 

El autor se atreve con todo en este libro porque ha conocido a científicos de primera línea: neurología, cosmología, política, ética científica, etc. Gracias a Estupinyà perdí varios quilos, porque escudriñé las páginas de «El ladrón de cerebros» sobre la bicicleta estática de mi gimnasio, mientras algún antiguo alumno me preguntaba qué leía. Y lo recomendaba. Sin duda. A todos les gustaba la portada de kukuxumusu, hoy me entero de que hay camiseta.

Hazte con una.

Amigo Pere, felicidades por tu éxito.

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