La Luna y Miguel de la Quadra-Salcedo

Hoy es un día triste para el mundo del deporte, para el mundo de la aventura, para el mundo de la ciencia y para el mundo de la cultura en general. Ha fallecido uno de mis grandes iconos de la infancia (no puedo evitar estremecerme al escribir esto): Miguel de la Quadra-Salcedo.

Miguel de la Cuadra-Salcedo

Tuve la inmensa suerte de conocerlo y de escuchar su voz desgarrada, como si viniese de otro tiempo, llena de sabiduría. Me dejó unas palabras contándome su impresión al ver la llegada del hombre a la Luna.

Tal vez unos de los mejores minutos que he pasado en mi vida han sido los que pasé escuchando la voz rota y experimentada de Miguel de la Quadra-Salcedo al otro lado del teléfono. Sus 76 años albergan más vitalidad que cualquiera de mis alumnos, los cuales tienen tan solo una quinta parte de su edad. Para mí representa todo un icono de mi infancia. Siempre tendré la espina clavada de no haber podido asistir, junto a él, a alguna de sus colosales expediciones. Crecí embriagado por sus apasionadas crónicas y relatos de aventura. Cuando yo era un niño estaban los que querían ser futbolistas y, por otro lado, los que querían ser aventureros, como Miguel de la Quadra-Salcedo.

 

«Al principio, no me lo podía creer, parecía como grabado en un estudio de televisión. Pero luego pudimos ver aquella legendaria pisada: no pude dejar de compararla con la primera huella fosilizada de un ser humano en la Tierra. Y luego me vino una imagen. Me gusta el ruido del agua, pensé en una cascada. La gravedad en la Luna es seis veces inferior que en la Tierra, por lo que el agua debía caer más lentamente. Pero en la Luna no hay atmósfera, por lo tanto no puede transmitirse el sonido. ¿Qué ruido se iba a escuchar?».

 

Me cuenta que mantuvo esa imagen en la cabeza con el paso de los años: una cortina de agua cayendo en una cadencia infinita, acompañada de un sonido tranquilizador pero inaudible. Tal vez tuviera algo que ver con su declarada pasión por el agua y porque en el momento del alunizaje del Apolo 11 andaba yendo y viniendo por el Amazonas.
De «La Conspiración Lunar ¡vaya Timo!», Eugenio Manuel Fernández Aguilar.

 

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