La falacia del traje de luces

Mi infancia se desarrolló en un octavo piso de La Hermandad del Trabajo, un barrio del Distrito Macarena en Sevilla situado, entre Pino Montano y El Cerezo. Recuerdo con ferviente pasión mis juegos en unas calles llenas de naranjos, las carreras de chapas de refrescos, el tumulto de las cabalgatas de reyes, el griterío de la muchachada y un sinfín de peculiaridades que algún día relataré en una novela. Por qué no.

 

Algo que se me quedó grabado a fuego fue una caja aplanada, como de camisas, con la tapa transparente. En el interior se podía ver con total claridad un traje de luces, dobladito y peripuesto él. Mi madre lo sacaba en los cambios de estación de un altillo, en aquel piso que aún no tenía aire acondicionado. No sé cómo se podía respirar en Sevilla en aquella época. Mientras mi madre procedía al intercambio de ropas, yo observaba con detenimiento el traje de torero, sin sacarlo de la caja.

Esto no es apología del toreo, de hecho -actualmente- no estoy a favor de las corridas de toro. Créditos de la imagen: trajesdeluces.com.

 

Años después -quizás con 17 ó 18 años de edad- referí esta historia a mi madre. Con pasión. Con anhelo. Con alegría.

– Mamá, ¿te acuerdas del traje de torero que tenía de pequeño?, ¿qué pasó con él?

– Qué dices hijo, tú nunca has tenido un traje de torero.

Una caricatura que me hizo un antiguo alumno al que tengo un gran cariño. Mario Muñoz.

Me lo inventé. Lo habría visto en alguna tienda, en algún escaparate, guardadito, inalcanzable. Y mi memoria había inventado el resto de la historia. Lo prometo, recuerdo muy bien aquel inexistente traje de luces. Es un ejemplo de lo que se llama falsa memoria. Hay múltiples estudios y anécdotas de este estilo, en los que simplemente rellenamos los huecos por una u otra razón. Es la causa que explica la existencia de muchos fenómenos paranormales y extraordinarios. ¿O es que ya no recordáis la historia de la niña, el perro y Ricky Martin? Mucha gente ha visto moverse la bandera en la Luna, ¡en una fotografía! En una fotografía no se ve el movimiento, y, si se ve, se aprecian borrones. No voy a explicar otra vez por qué nos parece que se mueve, que cansa.

 

Me tomé la libertad de rebautizar el caso de falsa memoria como falacia del traje de luces, en la charla-coloquio de Escépticos que tuvimos en Bilbao la pasada semana.

 

Buzz Aldrin, fotografiado por Armstrong, saluda a la bandera de EEUU. Misión Apollo 11. Crédito: NASA. AS11-40-5874.

¿Por qué siguen llamando?

Por desgracia, nuestras televisiones están plagadas de adivinos, videntes y otros rellena-espacios televisivos. Desde aquí te invito a que te sientes siempre a la misma hora delante del televisor a ver cómo se repiten una serie protocolos con los que el público cae en la trampa. El adivino no adivina (esto es más que evidente), sino que va preguntando al espectador para sacarle información. En base a esa información el adivino va tanteando para procurar «acertar», porque se trata de eso, de jugar con la suerte sin que se note.
Y es una vergüenza, porque las personas que llaman son personas con problemas, que necesitan un hombro donde llorar, alguien que las escuche. La pregunta es, ¿por qué hay gente que sigue llamando? Llaman por simple terapia y los rellena-espacios televisivos juegan con sus sentimientos de manera insensible. Cualquier persona con cierta cordura, con cierto nivel cultural e intelectual comprende con rapidez que estos espacios son un juego desleal y mezquino.
Aquí una muestra de un vendedor de humo que «no da una», como suele decirse.

La España cuántica [Cita]

«Si la teoría de cuerdas es correcta, en alguna de las dimensiones paralelas que cabalgan invisibles con nosotros, la Guerra Civil española nunca tuvo lugar. En esa dimensión imperceptible, la República siguió siendo republicana, con sus conflictos y sus errores, para evolucionar, quizá, hasta una democracia parlamentaria.»

J.A.PÉREZ en Malpensado.